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Guía espiritual de Castilla. José Jiménez Lozano |
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Mi amigo Alfredo Alonso me ha recetado esta Guía espiritual de
Castilla de José Jiménez Lozano. Quizás lo hizo para aliviar mi
prosa canalla de esos rebufos barrocos en los que de vez en cuando se enreda
entre Zetas Pes y Bonos. En realidad lo había
hecho hace unos meses cuando yo leí el primero de los diarios del escritor
castellano que cayó en mis manos y lo comenté en este blog en el que va uno
dejando sus lecturas como si se fuera quitando la ropa interior para hacer la
colada. Ahora, tras la prescripción facultativa, mi amigo ha acompañado la
receta con el ejemplar de su propiedad y que prometo solemnemente devolverle en
cuanto acabe esta reseña, porque es uno de esos libros que por su aspecto no
hace falta que su dueño jure sobre él que lo ha leído y mirado muchas veces, y a
buen seguro seguirá haciéndolo. La tentación de olvidarme de su dueño es grande
pero la amistad prevalece y no es cosa en los tiempos que corren perder un amigo
por ganar un libro.
La edición que manejo se publicó en 1984 por la
editorial Ámbito y con el patrocinio de la Caja de Ahorros Provincial de
Valladolid, que debe ser una de esas cajas de las que apenas quedarán unos pocos
libros como este, que justificarán aquello que tantas veces se ha vendido de una
labor social, y que en muchos casos, y ahí está el mal ejemplo de la CCM,
consistía en embarcar a la clase sindical, política y periodística en un crucero
hacia los fiordos noruegos. Desde luego, la edición del libro, en buen papel,
con un formato casi cuadrado (24,5 X 21,5) y profusamente ilustrado por las
magníficas fotografías de Miguel Martín, es uno de esos
trabajos que cada vez se ven menos, pero que a lo mejor entrará en el inventario
de más de una biblioteca de Castilla y León y en eso la obra social estará
justificada.
Pero me he perdido en los aspectos formales, y no eran esos
ni mucho menos, y viniendo de José Jiménez Lozano, los que uno
se imaginaba que acabaría glosando cuando mi amigo me recetaba su lectura. La
escritura de Jiménez Lozano le parece a uno que aguantaría
formatos más modestos. Incluso, me atrevo a decir que uno le leería con más
devoción en una edición mucho más sencilla. Una edición en la que incluso no
pareciera que las fotografías son la excusa para que el escritor despliegue su
prosa y no al revés. Al fin y al cabo con un libro como este, uno acaba mirando
las fotos y dejando correr lo que las imágenes le dicen. Mirar los santos que
decíamos de chicos.
Decía Josep Plá que el problema de
la escritura era el de la búsqueda de los adjetivos y eso es algo que marcó
siempre su carrera de escritor. La simplicidad de poner el nombre a la realidad
que se contempla y el problema de añadirle tres sustantivos encadenados para
atrapar su sustancia. Jiménez Lozano no tiene ese problema.
Contar las cosas es nombrarlas. Desentrañar su historia, poner los personajes
que la han habitado construyendo su paisaje. El problema no es definir sino
nombrar, contar, descubrir. Sin apenas adjetivos. Tan simple y tan complejo como
la vida misma y la propia Castilla. No me importaría leer el mismo libro, sin
una sóla fotografía ¿Existe esa edición? La Castilla de Jiménez
Lozano es la Castilla León de ahora, en la que hace unos cuantos siglos
andaban mudéjares y mozárabes, y las aljabas de los judíos, de los moros y de
los cristianos dejaron un poso que se concreta en Teresa
Sánchez, Fray Juan de Yepes y un decíamos ayer,
arrojado al viento desde la cátedra salmantina.
Si uno tuviera la
vocación de editor no lo dudaría: Guía espiritual de Castilla tal cual la
palabra de Jiménez Lozano la presenta. |
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